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27/10/10

ÓRDENES Y DESÓRDENES

Recibiendo órdenes para trabajar ordenados


Hay órdenes..., y hay des-órdenes. Convivimos con órdenes que orientan, nacidas desde la sensatez, y otras que malogran, perdidas en la falta de rigurosidad, como hay mapas claros, y otros difusos; órdenes que resuelven problemas y hay otras que se disuelven en un gran problema. Hay normas que normalizan y otras (en España hay muchas) que subnormalizan. Hay instrucciones que obstruyen, otras que destruyen, y sin embargo hay otras instrucciones, excepcionales y acertadas, que instruyen y son instrumentación para la armonía, o por lo menos lo intentan, que para los tiempos que corren podría bastar.

De una de esas quisiéramos hoy hablar: dejamos el Yang , por oscuro (aunque sin perderlo de vista), y nos centramos en su opuesto y complementario Yin, porque no siempre escribir sobre el Parque va a ser ponerse a hacer pucheros. No alcanza el nivel de una pragmática perfecta, pero hay en el Parque una instrucción diáfana y ordenada. Está tan clara que incluso no esconde sus propias cicatrices y defectos, no como la ilustre orden de los desayunos que se asemeja a una escena de los hermanos Marx con el célebre diálogo: la-parte-contratante-de-la-primera-parte-será-considerada-como-la-parte-contratante-de-la-primera-parte, y donde parece que el membrete de arriba va a cobrar vida y diga: --Hola, buenos días, soy la orden del desayuno, si no me vas a asumir, para qué me vas a comprender; cierra la puerta al salir y cuando vuelvas del primer turno me traes una Maritoñi. La disposición mencionada, por extraño que parezca, alterna con nosotros, aunque está sepultada y algo perdida en el fondo de un archivo informático. No todo el mundo la conoce o no la tiene en cuenta, y sólo esto sería motivo de análisis, porque para acatar una orden primero hay que leerla, eso nadie lo puede hacer por nosotros y aunque alguien nos la relate o nos la descifre, deberíamos repasarla y repensarla, para así poder levantar la mano, poner objeciones y exigir su mejora. La instrucción de la que hablamos resuelve un problema, que tal vez nos pueda parecer algo nimio (los desayunos también lo son, y "ahí la llevas"), pero al fin y al cabo la dificultad que combate nos aparece en nuestro pequeño horizonte de vez en cuando. Está bien construida y por ello es un ancla para nuestra memoria (y la pequeña gloria de dejar una norma en la retentiva no es fácil de alcanzar). Además intenta disponer en línea los astros del bienestar personal, la operatividad del Servicio y la legalidad (aunque hay un par de aspectos discordantes). La instrucción justifica y añade solidez a una victoria sin precedentes de los sindicatos y de casi todos los sectores del Parque: los servicios mínimos actuales. Distingue con acierto los servicios mínimos funcionales (los contemplados por el Decreto de la Alcaldía) y los servicios mínimos operativos (efectivos ya repartidos y ponderados por Parque, después de aprobar permisos y contemplar licencias) y tiene en cuenta los procedimientos habituales, que aunque no oficiales son los que "aproximadamente solemos usar". Entre otras cuestiones, se puede deducir de su sentido que el personal no es trasladado de Parque aunque haya un número mayor de efectivos en uno de ellos, si los mínimos operativos de cada Parque están cubiertos. Así se consigue no marear ni quebrantar a la gente, y no tener bomberos-noria de ida y vuelta sin que sea estrictamente necesario, lo cual sin duda redunda en su bienestar. Su fin, poner orden al caos, que no es poca cosa.

Como no es cuestión de agradecer a todos los Segismundos, ni tomarse las cosas a beneficio de inventario, para personas que confunden gatos con ciempiés, siempre buscando patas al micifuz, mininos en el garbanzal y michos encerrados, y así poder defenderse como gatos panza arriba, intentar llevárselos al agua y que no le den uno por liebre, observamos peros. ¡Marchando un par de pegas!

1. Los bomberos-telefonistas son definidos como "los bomberos que hacen las veces de telefonistas". Extraño eufemismo. Podríamos así empezar a hablar de bomberos que hacen las veces de oficinistas, o del mecánico que se hace pasar por mecánico, o bomberos disfrazados de bomberos. Y ya que nos invitan a bailar en este carnaval lingüístico, a una de las damas que antes se exhibían enfrente se les podría denominar mujer que cede temporalmente su cuerpo concertado a tocateja o por lapso estipulado, encargada de proporcionar gustillo, gusto o gustazo a otro/a individuo/a; o como posiblemente hubiera dicho Camilo José Cela, Dios lo tenga en sus senos: una puta. Los bomberos-telefonistas son bomberos-telefonistas a secas y eslabón esencial de una emergencia. Y una fuente digna de segunda actividad, si se regulara correctamente. No los degrademos. Dado el caso, mientras llega o no la famosa Centralita de teléfonos ultra-chip-moderna marca ACME-PRESA (echa más que me interesa), vamos a no ponerlos en jaque a merced de la Ley de Murphy (“si algo puede salir mal, saldrá mal”) y a descargarlos de obligaciones que no les corresponden, por ejemplo ubicando un mando en la Central, y así empezaremos a desecar lagunas de responsabilidad, que coexisten muchas en el Parque. Es decir, “lo que a cada uno le cupo en suerte, de eso sea dueño”.

2. La directriz establece que durante el traslado entre Parques el agente está operativo, y dice que el centro de trabajo es el Cuerpo de Bomberos. Esto manifiestamente es una falacia de la cruz a la fecha. Un individuo es parroquiano de un centro físico de trabajo y no de un Cuerpo etéreo. Mientras estamos "in itinere" en condiciones normales de alerta (no alarma) no deberíamos ser considerados operativos, porque no estamos estructurados en ningún tipo de procedimiento, ni siquiera sabemos que puesto ocupamos en la maniobra básica de una intervención. Salvo los efectivos que emigran como refuerzo al Parque Norte que son conducidos casi con toda seguridad, si no les llega el alivio del indulto, directamente al patíbulo de la Centralita donde los aderezan con un capirote de reo y un cartel colgado al cuello con la leyenda: "bombero que hace las veces de telefonista". Aparte que, por lo menos en Parque Sur, comúnmente no hay un vehículo disponible de traslado de personal, y así el bombero o bombero-conductor utiliza su automóvil particular a modo de “secreta”. O es "mudado" por un compañero en un vehículo oficial, que para más inri está encuadrado en los trenes de salida probables, lo cual resta operatividad también al Parque de donde parte el refuerzo. Seamos coherentes con nuestros procedimientos, manteniéndolos sólidos a lo largo de las veinticuatro horas (sin olvidar los quince minutos de solape) y sin echarlos a pares y nones, que hay que confiar en Dios, pero primero atar el camello.

Unas últimas consideraciones:

  1. Dar una orden no es sólo escribir una serie de instrucciones en un papel, y colgarlo en un tablón junto al anuncio de “se vende mi amoto, duerme en cochera”. Además de crucificarla en el tablón de anuncios hay que presentarla a la totalidad del personal y adjuntarla a un libro de órdenes del Servicio.
  2. Quien emite una orden tiene las obligaciones de hacerla cumplir, que se mantenga en el tiempo y de sancionar en última instancia quien no la lleve a efecto. Y esto nunca es delegable.
  3. La orden debe ser reformada explícitamente cuando se compruebe o se denuncie puntos no asumibles. Y tampoco esto es delegable.
  4. Se debe facilitar los medios para que la instrucción se cumpla. En el caso que nos atañe, controlar que hay vehículos disponibles para que el personal se traslade de Parque.
  5. La orden o instrucción debe estar disponible para que materialmente sea consultada, y no sólo en soporte informático. Debe haber un responsable que mantenga al día la carpeta de órdenes.

Todos estas consideraciones son funciones intrínsecas de la autoridad que emite la orden.

Salvo estos puntos, en nuestra opinión, la orden ordena y es ordenada, y aunque estamos en desacuerdo con algunos aspectos, defendemos el derecho y la forma de expresarla. Al César lo que es del César.


Fartax y Gárgoling



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