De ser "el Jefe de los que no hacen nada" (según su irónica y genial tarjeta de presentación) ha pasado a la eterna nada, a la última inactividad. Nos deja huérfanos sobre todo a nosotros, pero también a los Gremlins de los sabotajes, que ahora aburridos no encuentran a nadie que les haga frente. Y es que el Alfonso no tiene sucesor. Ya lo dije antes: «lo echamos en falta; cada vez que miro los planos y mapas que tapizan el panel de la zona de duchas, a los que añadió oportunos focos para facilitar su uso, me viene a la mente el recuerdo de verlo trabajar, con las gafas de cerca bailando sobre la punta de la nariz, esgrimiendo un destornillador y batiéndose el cobre (¡en garde!) con un enchufe o con
«Se llamaba Alfonso Mendoza, nombre de conquistador extremeño, acrisolado en cantinas, conservado en palo cortao y carajillo, reliquia de conocimientos callejeros. Ha dejado vacante la jefatura de los que no hacen nada, pero ha ganado el Juicio Final, el sumario de nuestra opinión. La brujería de sus pequeños arreglos permanecen y lanzan aullidos por su jefe; de momento, y cruzo dedos, campan a sus anchas en servicio activo. Nos dejó un buen recuerdo y conectó las luces que nos permiten mirar con más lucidez las calles hacia dónde debemos dirigirnos; algunas son el infierno, otras nuestro futuro».
LOTARIO
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