VAMOS DE CUERNOS QUEMADOS
Por resucitar está este Lázaro, según olisca.
El Buscón (Quevedo)
La situación...
Asegura el saber popular que lo malo de los cuernos es que debajo pulula la vaca; un rumiante cuya boñiga destila el olor que la delata. Si de pronto al Parque de Bomberos de Granada le creciesen cuernos, no hay lugar a dudas que estarían carrozados a mil kilómetros de aquí, bruñidos con caldo de marisco de las Rías Bajas, inflados como mentiras, cortantes, con acabado de Pepe Gotera y Otilio, coronados por una nube de moscas (de las que mata un diablo aburrido), de doble fondo y sentido. Y es que, con fijación de perro perdiguero, siguen erre que erre contumaces con lo mismo. No escarmienta la experiencia pasada y se hacen oídos sordos a las sugerencias del colectivo. Conducen, pero no miran (ni quieren mirar), por el retrovisor. Con sensibilidad de cuero han fabricado con desdén consignas interesadas de olvido, han acallado adrede el tic-tac de la memoria, y hundido el cuaderno de bitácora para no mostrar el rumbo ni el rastro de sus acciones. Así vamos de cuernos hacia un nebuloso futuro.
Las consecuencias...
Continuaremos guiando vehículos de emergencia que hacen bajar los ojos de pura vergüenza y que con los años, y un dudoso mantenimiento, se convertirán en Ecce-Homos ametrallados a remaches, y zurcidos a parches, que más que de urgencia, parecen organizados a modo de vehículo de mudanzas, como cajas descomunales de los Juegos Reunidos Geyper, sin instrucciones, desordenadas y caóticas, en los que hay de todo pero sólo se juega a un par de suertes; donde por haber hay algunos cachivaches que sólo sirven para trampear exámenes. Seguiremos pilotando vehículos forestales o rurales, con hechuras de camión-bomba, carrozados a ojo muerto de cubero tuerto, potenciales ataúdes de hierro, plástico y fibra, donde, a la hora de embestir rotondas, los bomberos de mirada perdida se santiguan (coño, coño, coño...), con más cruces que si llevasen a Lucifer grapado a la espalda. En Cinemascope. Una de esas rotondas podría convertirse en vasta mesa franca a buitres y gusanos.
La pregunta...
En esta Granada, tierra del chavico (ya no tanto, nuestro amor al derroche y a las empresas de a tomar por culo lo prueba), se han empeñado en no aprovechar las oportunidades que nos ofrece nuestro entorno, donde hay Carroceras más cercanas y con mejores servicios. Con no más ley que la del encaje, han trasladado nuestros talleres al Norte (un metro más y se caen al Atlántico), pasando por Madrid, cruce de caminos o punto de corte cero; de las costas del Mare Nostrum a las lejanas del Nunca mais del cabo Finisterre, de un mar mitológico y arcaico a uno indómito y tenebroso. Con ruido eterno de tripas han cambiado a dos carrillos una caja de espetos por un dornajo de ostras; y la 1925 por un odre de Albariño. ¿Qué misteriosa industria les lleva a sustituir a las Angustias por el beato compostelano?
La responsabilidad y los elementos...
Huele a cuerno quemado, o peor que, instantes previos al milagro, un Lázaro amortajado en su pudridero. Cornudos y apaleados escupimos hacia la Osa Mayor, cuando todo gargajo que sube vuelve dividido y acelerado por g. Nuestra confianza en INCIPRESA (echa más que no pesa) es como un herpes que nos invade cada cierto tiempo, a veces coincidiendo con año santo, cuando bajan nuestras defensas como lo hace la marea atlántica. Y los informes de las Comisiones de compras, al igual que el consabido Reglamento, barreras que nos debían proteger y aliviar, sólo sirven para calzar la mesa coja del despacho del jefe, un D. Tancredo impasible a las embestidas, que da incluso capote al fantasma de Islero (el toro que robó la sombra a Manolete), un gestor de panza de botijo y gesto amable, como el hombre de la gabardina y los caramelos, rodeado de un corrillo que no deja hueso sano a la razón, siempre a la gresca inter pares, a guisa de Hombres de Paco, tebeo de Mortadelo, de Circo de Fofó o de un debate en Telemierda del Tómbola. La república de los que hacen sin hacer nada y se hacen los importantes por cuestiones sin importancia. Con la prepotencia rijosa de los que se ven superados por la situación e impotentes en la ejecución.
La solución desesperada...
Habrá que agarrarse, que vienen curvas, a un clavo ardiendo, a la Zarza en llamas o al minuto de nicotina que nos regala el verdugo. Así que, a fin de sobrevivir, podríamos disponer en cada uno de los Parques de una capilla portátil, como la de los toreros, para presignarse arrodillados antes de intervenir (que a quien se humilla, Dios le ensalza) y rezar la oración del Nunca mais, con incensario para los malos olores, estampitas de Fray Leopoldo y, por supuesto, del apóstol Santiago; de fondo, organillo de muñeira y "La Reja" en la cara B; el rosario a buen recaudo, por si se pierden las cuentas y el cepillo blindado, que ya se sabe: "Xacobeo", saco deseo. El mantenimiento del altarillo, mejor que lo lleve la Diócesis, o quizás se podría enjaretar a un bombero-arcediano en el purgatorio de la segunda actividad (eso sí, con tres años de Teología, o de lo que sea, si da lo mismo).
Y aquí paz y después gloria; y Santas Pascuas, porque al igual que señaló Felipe II: "no podemos luchar contra los elementos". ¡Y menudos son!
De Pablos
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